Desde muy pequeño, los libros han ocupado un lugar importante en mi vida. Y siguen ocupándolo. Siempre me pareció fascinante que tanto contenido como el que tiene un libro pudiera costar tan poco. Con el esfuerzo que supuso para el/los que lo forjaron (búsqueda de información, investigación, redacción, revisión, edición, maquetado, presentación, marketing...) decía yo, mientras mi padre me miraba de reojo cuando le pedía pasta para comprarlos y la mayoría de mis compañer@s de la escuela y el instituto me preguntaban si yo era un bicho raro. Seguro que influyeron, en mi afición lectora, tanto mi primer maestro, como mi padre. Me regalaron libros y me enganché. ¡En buena hora! Por cierto, el primer libro que me regaló mi maestro, don Angel, tardé medio siglo en leerlo, la Ilíada, pues cada vez que lo empezaba, de niño, me tiraba para atrás. Cuando me jubilé me lo tragué de golpe y, en seguida, la guinda del pastel, Odisea, insuperable.